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El movimiento obrero de EEUU busca un nuevo rumbo tras la derrota en Amazon

Por:
Reuters
Actualizado: Apr 15, 2021, 14:59 GMT+00:00

15 abr (Reuters) - A Regina McDowell no le sorprendió que los trabajadores de Amazon.com Inc rechazaran por abrumadora mayoría formar un sindicato en un almacén de la empresa en Alabama la semana pasada.

FOTO DE ARCHIVO: Pancartas en favor de la votación para formar un sindicato en la planta de Amazon en Bessemer

Por Timothy Aeppel

Regina pasó 42 años trabajando en una fábrica de equipos eléctricos con representación sindical en Indiana y participó activamente en las campañas de organización, incluyendo viajes al sur de Estados Unidos para contactar con trabajadores en sus casas y hacerles propaganda de su sindicato, la Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales.

“A veces te echaban de su propiedad con una pistola”, dijo, añadiendo que las cuotas sindicales son un punto de fricción para muchos.

“Creo que eso les afecta”, dijo la mujer de 63 años, “es menos dinero que tendrán en sus bolsillos”.

El aplastante fracaso de la votación de Amazon en el almacén de Bessemer ha provocado un examen de conciencia en el movimiento sindical sobre lo que salió mal y lo que los sindicatos deben hacer de forma diferente en el futuro para recuperar terreno.

“Organizarse en Estados Unidos ya no es una lucha justa. Nuestras leyes laborales ya no son un medio eficaz para captar la voluntad de los trabajadores estadounidenses de formar sindicatos”, dijo Tim Schlittner, director de comunicaciones de la AFL-CIO, la mayor federación sindical de Estados Unidos.

“El sentimiento que esto refuerza es que hay una necesidad crucial y acumulada de reformar la legislación laboral en Estados Unidos”.

¿MERECE LA PENA EL RIESGO?

Sin embargo, los expertos laborales consideran que la decisión de apoyar o no una campaña sindical se reduce a menudo para muchos trabajadores a una evaluación del riesgo.

“Una vez que saben con qué fuerza se opone Amazon a ellos y cuántos recursos está dispuesta a gastar para derrotar a un sindicato, entonces les entra el miedo”, dice Tom Kochan, profesor de relaciones industriales en la Escuela de Administración Sloan del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).

Kochan ha realizado encuestas que muestran un elevado e incluso creciente apoyo a los sindicatos entre los estadounidenses. Pero cuando se trata de campañas individuales en un lugar de trabajo, “la realidad se imponecuando el empleador hace una campaña tan dura que crees que estás poniendo en peligro tu puesto de trabajo”.

Los cambios en la economía han exacerbado el problema. Grandes empresas como Amazon tienen operaciones por todo el país, lo que les facilita el traslado del trabajo. En comparación con una acería o una planta de ensamblaje de automóviles, un almacén de comercio electrónico tiene menos inversiones fijas en equipos, lo que también facilita el cambio de puestos de trabajo.

“¿Por qué debería yo, como trabajador individual, que gana 15 dólares por hora, arriesgarme a pasar tres años de batalla con mi empleador para conseguir algo y al mismo tiempo, arriesgarme a perder mi trabajo?”, dijo Kochan.

La opinión tradicional, compartida por Kochan y muchos otros expertos laborales, es que hay que frenar las medidas de las empresas para combatir la sindicalización, incluidas tácticas que serían ilegales en otros países avanzados, como exigir a los trabajadores que asistan a reuniones para escuchar argumentos antisindicales.

La Cámara de Representantes de Estados Unidos, liderada por el Partido Demócrata, aprobó el mes pasado por escaso margen una ley que ampliaría la protección de la organización laboral y la negociación colectiva.

Pero la medida se enfrenta a un camino difícil en el Senado, donde los dos partidos se dividen los escaños a partes iguales y la mayoría de las iniciativas legislativas necesitan al menos 60 apoyos para ser aprobada. Un bloque de senadores republicanos de estados con políticas antisindicales se opondrá a la medida.

Optimismo desvanecido

En los últimos meses de la campaña de Amazon se respiraba optimismo, ya que había recibido numerosos apoyos y la atención de medios de comunicación nacionales e internacionales, incluido un discurso del presidente Joe Biden en el que criticaba a Amazon por obstaculizar las campañas sindicales en sus almacenes.

El demócrata Biden está considerado como el presidente estadounidense más partidario del sindicalismo de los tiempos modernos.

Pero nada de eso fue suficiente para contrarrestar la opinión de algunos trabajadores de que los salarios y las condiciones son relativamente buenas, además de las barreras cotidianas que se han combinado en los últimos años para llevar la afiliación sindical en Estados Unidos a mínimos históricos.

Sólo el 6,3% de los trabajadores estadounidenses del sector privado pertenecen a sindicatos, según el Departamento de Trabajo de Estados Unidos. La tasa comparable es del 15,8% en el vecino Canadá.

Una de las respuestas de los últimos años han sido los nuevos tipos de organización, que eluden muchas de las restricciones legales a las campañas sindicales formales para conseguir acuerdos de negociación colectiva con los empresarios.

La Asamblea de Trabajadores del Sur, por ejemplo, es un grupo que organiza protestas y lleva a cabo campañas educativas destinadas a promover el trabajo y otras causas sociales. El grupo ayudó a organizar eventos en febrero en todo el país en apoyo de los trabajadores de Amazon.

Michael Hicks, economista de la Universidad Ball State de Indiana, dijo que los sindicatos necesitan renovar su imagen. Muchos avances en el ámbito laboral, como la semana de 40 horas, se promulgaron hace décadas. En los últimos años se han producido oleadas de cierres de fábricas en los que las empresas han culpado a los sindicatos de hacer la continuidad poco competitiva.

“Aquí, en el Medio Oeste, cada vez que una fábrica cerraba, se producía un enorme efecto de contagio en el resto de la comunidad”, añadió. “Provocaba el cierre de restaurantes y bares, es decir, la pérdida de otros puestos de trabajo”.

Las generaciones más jóvenes tienen poco contacto con los sindicatos, simplemente porque la proporción de trabajadores cubiertos por contratos ha disminuido mucho.

McDowell, antigua trabajadora del sector eléctrico, ha visto cómo se manifiestan estas fuerzas en su ciudad natal, Peru, en el estado de Indiana. Su planta, propiedad de la francesa Schneider Electric SE, cerró el pasado mes de abril tras una batalla del sindicato local para mantenerla. La empresa dijo que fue una decisión difícil de cerrar, pero necesaria para seguir siendo competitiva. Parte del trabajo se trasladó a México.

Muchos trabajadores vieron el traslado como una maniobra para salir de una situación sindicalizada, una acusación que la empresa ha negado.

Pero también ha erosionado la imagen del sindicato a los ojos de algunos, dijo McDowell, que sigue siendo fuertemente pro-sindical. “Hubo gente que pensó que el sindicato debería haber hecho más” para salvar la fábrica, dijo.

“Pero una vez que la empresa dijo que iba a cerrarla, ¿qué podemos hacer? Es su empresa”.

(Información de Timothy Aeppel; editado por Peter Cooney; traducido por Darío Fernández en la redacción de Gdansk)

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